Ralph Waldo Emerson
La labor de los mercaderes de libros fue extraordinariamente relevante durante los años que dieron su nombre al Siglo de Oro español, periodo que, desde el punto de vista literario, abarca desde la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija hasta la muerte de Pedro Calderón de la Barca.
Su minucioso trabajo de difusión
del conocimiento a través de las letras favoreció que la cultura, los avances
científicos y el humanismo en sí estuvieran al alcance de unos pocos ilustrados
en los que recaía la labor de guiar a un pueblo dormido, que aún tenía mucho
camino por delante hasta alcanzar la tan ansiada libertad de pensamiento.
Atrás quedaba el oscurantismo de
la Edad Media, donde los libros vivieron silenciados, cautivos tras los gruesos
muros de los monasterios, donde el conocimiento moría sin haber visto la luz.
¡Qué tristeza me produce recordar tanta infamia!
Afortunadamente, el oficio de
mercader sigue vivo, más vivo que nunca. Hoy se nos denomina escritores,
editores y libreros. Tengo la suerte de que en mí se engloban las tres facetas,
pues escribo, edito y vendo mis novelas, y, aunque somos muy diferentes, muchos
vamos de pueblo en pueblo, como antaño lo hacían feriantes y mercachifles de poca
monta, desplegamos las mantas sobre los mostradores, colocamos nuestros libros,
y desnudamos, por unas pocas monedas, nuestras almas.
Pero hoy vengo a deciros que somos
más que vendedores. En nosotros recae la noble misión de quién sabe que se
enfrenta al oscurantismo, no solo el del pasado, sino al que se esconde tras
las endebles democracias de nuestros días. No nos engañemos, estamos en peligro.
Siempre habrá en algún lugar del mundo un dictador, un clérigo, un visionario, un
misógino, un homófobo o un xenófobo dispuesto a silenciarnos. Habrá lugares
donde los niños no tendrán acceso a la educación, pues nacerán del odio y
portarán armas en vez de mochilas; habrá niñas que deberán hacerse invisibles para
que su lucidez y fortaleza no sean una amenaza para los hombres débiles.
Pero, desde esta pequeña ventana,
yo les digo ¡temednos!, porque somos los hacedores del trueno y los ojos de la
tormenta; podemos cambiar el pasado e imaginar el futuro; separar las aguas y
desatar plagas bíblicas; descubrir estrellas lejanas viajando más allá de la velocidad
de la luz; devolver la vida a especies extintas; desafiar y derrocar gobiernos;
sentarnos a la mesa de filósofos y estadistas. Ponemos rostro a los oprimidos,
a los golpeados, a los que sufren las injusticias, a los esclavos, a los que
miran para otro lado, a los que se benefician, a los que permiten que nuestro
planeta agonice…
Cuando nos veáis tras los mostradores
de los stands, en la ferias de los libros, mostradnos vuestro respeto con una
sonrisa y recordad, si os lleváis alguno de nuestros libros ¡deberéis comprometeros
a darle cobijo entre vuestras manos y no permitiréis que ninguna hoguera lo
destruya!
Yo, por mi parte, me comprometo a
no bajar nunca la guardia. Palabra de mercader.
Escribir es defender la soledad en la que vivo. María Zambrano.