José Luis de Villalonga
Hace solo unas semanas tuvo lugar en Rivas la Feria del Libro, un acontecimiento festivo en el que nos dimos cita escritores, editores y libreros del municipio con la esperanza e ilusión de hacer llegar nuestras obras a las decenas de lectores que nos visitan cada año.
Ha sido mi
tercera experiencia como escritora indie y tengo que reconocer que, este año, me
he sentido un poco desilusionada. Desde mi privilegiada posición en el stand
podía observar cómo decenas de personas deambulaban, en ocasiones, con la
mirada perdida, dejándose llevar por la marea humana, pero sin interés alguno
en conocer lo que teníamos que ofrecerles. Solo los más atrevidos que reclamaban
su atención conseguían sacarles de su ostracismo. Conversando con otros escritores
y libreros llegamos a la misma conclusión: cada vez se lee menos, ¿por qué?,
supongo que habrá muchos factores, claro, pero a veces se nos olvida que hay
que tener las necesidades básicas cubiertas para poder disfrutar de otros
pequeños placeres de la vida.
Recapitulando, me
siento culpable porque, como ser humano, no he sabido estar a la altura; me he
sentido a mucha distancia de esos visitantes, centrándome en ese deseo insano
de comerciar con mis obras, y, ahora, transcurrido un tiempo prudencial, me he
dado cuenta de que, si en la franja horaria en la que yo estuve tras el stand,
no desfilaron lectores potenciales, entonces ¡serían portadores de historias!
En más de 80
países hay bibliotecas donde se puede pedir «prestada» a una persona, que se
denomina libro-lector, y, durante un tiempo de 30 minutos, puedes
escuchar la historia de su vida. El proyecto Human Library nació hace
más de 20 años en Dinamarca con el objetivo de luchar contra los prejuicios
sociales, permitiendo que personas que han sido injustamente encasilladas por
alguna condición de su vida –enfermedad, sexualidad, aspecto, religión, etc.– puedan
interactuar con otras personas haciéndolas partícipes de sus historias.
Todos en algún
momento hemos elegido un libro, mirado su portada, leído su sinopsis, y, en
cuestión de segundos hemos decidido si llevárnoslo o dejarlo donde estaba.
Sin embargo, bajo
el lema «no me juzgues por mi portada», se pretenden derribar muros, esas
malditas ideas negativas preconcebidas que nos llevan a rechazar a las personas
por su aspecto, como si estuvieran desprovistas de alma; es cierto que, en
mayor o menor medida, todos cargamos con unos estereotipos que la sociedad ha
construido y que nosotros alimentamos con nuestra ignorancia, pero este
proyecto nos brinda las armas necesarias para acabar con esa necia costumbre de
encasillar a los demás.
Qué mejor manera de ampliar nuestra visión del mundo que escuchando historias que nos muestran las maravillosas diferencias culturales, religiosas, sociales y étnicas que nos hacen únicos; historias que acercan a individuos que de otra manera no hubieran tenido la oportunidad de conocerse; dando visibilidad a personas necesitadas de compañía y que tienen mucho que contar.
Iniciativas como
estas son el futuro para nuestra sociedad; forjarán la personalidad de nuestros
jóvenes, pues derribando estereotipos, no juzgando, es como se crean
comunidades más inclusivas y por ende, más fortalecidas. Y tenemos que empezar
a trabajar en ese futuro ya, porque, lo tenemos llamando a la puerta.
Después de
liberar esas historias tanto tiempo adormecidas, es decisión del oyente
concienciarse de que su libro-lector no es un paria porque sí, ni un
toxicómano porque le divierta serlo, ni un delincuente porque no quiera
trabajar, ni un ermitaño porque odie la compañía; solo hay una manera de
perderle el miedo a aquello que no se conoce y es aceptar y RESPETAR que en
todo ser humano late un corazón idéntico al nuestro.
Es posible que
los escritores llevemos un pasito más allá nuestra necesidad de contar
historias, pero también tenemos una propia, por eso te digo amigo lector: «yo,
como libro, puedo no gustarte, incluso no tienes que estar de acuerdo conmigo
en nada de lo que te diga, pero después de leerme, aceptarás mi derecho a ser
diferente a ti y eso, créeme, nos hará mejores a ambos».
Escribir es defender la soledad en la que vivo. María Zambrano.